Fue uno de los que encumbró el sueño americano hasta los confines de la historia, dejando para su legado la fabricación en serie y más de 160 patentes registradas. A pesar de la inestabilidad social y militar de la época, puso los cimientos para que cada americano tuviera su propio automóvil, mediante la producción en masa del Ford T, uno de los cinco modelos de coche más recordados de la historia.

No fueron fáciles los comienzos para Henry Ford, nacido en el seno de una modesta familia en el corazón de Michigan en 1863. Apenas formado en educación elemental, acabó siendo un adolescente trabajando como técnico maquinista en la industria de Detroit.

A finales del siglo XIX, la fiebre por el desarrollo tecnológico y, en especial, por los medios de transporte, derivó en la invención de máquinas cada vez más poderosas e innovadoras. A la cabeza de aquella ola se situaron los alemanes Daimler y Benz, quienes comenzaron a poner a la venta los primeros automóviles, suscitando el interés de numerosos jóvenes norteamericanos, entre ellos Henry Ford.

A pesar de algunos intentos fallidos, en 1903 puso en marcha la Ford Motor Company, con el objetivo de fabricar en masa automóviles sencillos y baratos para la floreciente clase media del país. Su secreto se reveló pronto tan simple como eficaz: establecer un sistema de producción en cadena con gran inversión en maquinaria especializada y profesionales muy cualificados y con altos salarios.

El éxito le llegó muy temprano con su modelo Ford T, que contribuyó decisivamente a modificar los hábitos de consumo de las familias medias norteamericanas. La fiebre por el automóvil fue tal que la Ford Motor Company llegó a tener concesionarios en cada ciudad de Estados Unidos, Canadá y varios de las principales potencias de la vieja Europa.

¿En qué consistía el fordismo?

En realidad, Henry Ford no introdujo nada que no existiera ya desde hacía años en la precursora industria estadounidense. Las fábricas de armas llevaban décadas funcionando en base a cadenas de montaje con correas de transmisión en donde las piezas caminaban de un módulo a otro, recibiendo sucesivas transformaciones hasta llegar a completarse el producto final.

Sin embargo, el gran mérito de Ford fue el de arriesgarlo todo e invertir enormes sumas de dinero para aplicar esta fórmula de éxito en el mercado del automóvil, implementando una producción masiva y creando una oferta suficiente de vehículos sin existir todavía una demanda latente entre los consumidores.

Además, fue capaz de especializar hasta el absurdo el trabajo de sus operarios, permitiendo que profesionales sin gran cualificación lograsen una eficiencia casi mecánica en los procesos productivos. Su sistema era tan simple como exitoso: contratar emigrantes con salarios muy bajos e irlos incrementando progresivamente con el paso del tiempo, consiguiendo una fidelización notable y, de paso, convirtiéndolos en los mejores embajadores de la propia empresa hacia el exterior.

La mayor empresa del mundo

En sólo unos años, el Ford T alcanzó unas ventas mundiales de 15 millones de unidades, haciendo de la Ford Motor Company la primera compañía industrial del mundo. Aunque pronto comenzaron a salirle potentes competidores, Henry siempre tuvo muy presente que la clave residía en apostar continuamente por la innovación, desarrollando avances que pronto incluía en sus nuevos modelos.

Su gran fracaso, sin embargo, fue no conseguir evitar que Estados Unidos entrase en la Primera Guerra Mundial. A pesar de todo, consiguió a su muerte legar a sus hijos el control total de la compañía, sentando las bases para su pervivencia en el tiempo, algo que, a pesar de las vicisitudes del tiempo, ha logrado hasta el día de hoy.

3 frases para el recuerdo de Henry Ford

  • El fracaso es una gran oportunidad para empezar otra vez con más inteligencia.
  • Pensar es el trabajo más difícil que existe. Quizá por eso haya tan pocas personas que lo practiquen.
  • El verdadero progreso es el que pone la tecnología al alcance de todos.