Emprendimiento

La profunda crisis en que lleva sumida la economía española desde hace alrededor de un lustro desvela el ocaso definitivo de un modelo de producción basado en el inmovilismo industrial y en la protección excesiva –por paradójico que ahora pueda parecer- de la clase trabajadora. Algo que variará drásticamente en los próximos años, al menos si lo que se pretende es salir algún día de esta etapa de recesión, lo que todavía está por ver.

Esta semana nos levantamos con los datos del barómetro concursal presentado por PriceWaterHouseCoopers, que revelan que a lo largo de 2012, más de 7.200 empresas iniciaron el procedimiento concursal en España, un 35% más que en 2011. Este procedimiento, que suele anteceder a la liquidación definitiva de una entidad, revela parte de la destrucción del tejido empresarial que se está llevando por delante la crisis.

A pesar de que los primeros síntomas de agotamiento llegaron en el segundo semestre de 2007, parece que lo peor todavía no ha pasado. No en vano, el año que acaba de finalizar fue en el que comenzaron a liquidarse más empresas, aglutinando Madrid, Barcelona y Valencia en torno al 40% de los procesos concursales. Por sectores, la construcción, el sector inmobiliario y los servicios supusieron 3 de cada cierres de compañías que se produjeron en España.

Las causas a esta extinción de empresas son muy diversas, y algunas de ellas parecen endémicas en la economía española: falta de refinanciación por parte de los acreedores, dificultad en el acceso a los créditos bancarios, rigidez por parte de las instituciones… Un círculo viciado que ha lastrado decisivamente la confianza de la clase trabajadora. Sirva como ejemplo el dato de que, en la actualidad, el 96,2% de los trabajadores españoles creen que la situación económica del país va mal. Lo que contrasta paradójicamente con el hecho de que, a nivel mundial, el 66% de la población activa opina que la empresa en la que trabaja irá mejor a medida que avance 2013.

Necesidad de apostar por el emprendimiento

Así las cosas, y a pesar de las reformas impulsadas en los meses precedentes por el Gobierno, lo cierto es que parece que la economía española sigue un modelo caduco que precisa de una urgente y drástica revisión. Las elevadas tasas de paro, sumadas al desplome del consumo interno y a una escasa productividad son sólo las puntas de un iceberg que revela la necesidad de variar por completo el modelo productivo para volver a generar confianza y volver a incrementar la actividad.

Este nuevo modelo pasa indudablemente por la creación de programas globales y ambiciosos de emprendimiento e innovación. La promesa que nunca parece acabar de llegar de la nueva Ley de Emprendedores debe sentar las bases para la puesta en marcha de nuevas pymes, en especial en aquellos sectores en los que España no parece poseer una relevante proyección internacional, como son los relacionados con la industrial, el cloud computing o la electrónica.

Por ello, uno de los primeros y más urgentes pasos en este campo debería ser la de la creación de un fondo de capital semilla público-privado, en el que convendría que participaran el Instituto de Crédito Oficial (ICO) y el Banco Europeo de Inversiones. Junto a ello, aumentar la facilidad para poner en marcha una empresa e incentivar fiscalmente a los nuevos negocios sentarían las bases para este nuevo modelo productivo por venir. A priori, no parece que resultase tan difícil, por lo menos si hubiera voluntad por parte de la Administración, ahogada todavía en una burocracia que impide a la economía española adaptarse a los nuevos tiempos.


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