Cuento

Todos los humanos amamos la especulación. Decir esto después de todas las crisis económicas que hemos vivido, y que siempre han tenido detrás el ansia de alguien por ganar más de lo que le correspondía, puede parecer demagogia, pero, por mucho que nos moleste, es así. ¿Qué ocurre, que ya se ha cabreado conmigo y sólo ha leído esta primera frase? Bueno, pues ya sabe lo que dicen, las verdades duelen, y esta que le he dicho, que además le toca el bolsillo, es normal que le moleste todavía más, así que siga leyendo, por favor.

……¿Cómo, que ya sabe lo que es una burbuja financiera? Pues si es así, amigo mío, permítame asentarle aún más sus ideas a través del siguiente cuento, que le resultará mucho más esclarecedor si cabe que cualquier otra teoría que le repitan.

Dejémonos guiar por la imaginación y marchémonos a otro mundo hace mucho, mucho tiempo. Concretamente, hasta una aldea perdida entre los pliegues de la historia, donde, un día, apareció un forastero que anunció a los aldeanos que estaba dispuesto a pagar 10 euros por cada mono que le vendieran.

Los habitantes de la aldea, al ver que los primates abundaban por doquier, se frotaron las manos ante el excelente negocio que se les presentaba y se lanzaron al bosque a la caza de estos animales.

El hombre adquirió miles de monos a 10 euros la pieza, aunque pronto empezó a escasear la oferta. Entonces, elevó precio por cada uno hasta los 20 euros. Esto espoleó el interés de los aldeanos, quienes redoblaron sus esfuerzos para capturar más y más monos.

La presencia de nuestros parientes homínidos comenzó a ser cada vez menor y algunos se volvieron a sus granjas ante la falta de éxito en la caza. El forastero incrementó la oferta hasta los 25 por unidad. El número de monos disminuyó tanto que ya apenas se veía alguno muy de vez en cuando, que rápidamente se cazaba.

En esta tesitura, el desconocido todavía fue capaz de mejorar su oferta hasta ¡50 euros por pieza!, lo que provocó una gran revuelo en la pequeña comunidad, que ya soñaban con un retiro dorado en un palacio cerca del mar. El forastero dejó a su ayudante a cargo del negocio, ya que él tenía que hacer un viaje a la ciudad.

El ayudante, en ausencia del jefe, señaló a los aldeanos: “Mirad cuántos monos hay en la jaula. Os propongo un trato lucrativo. Yo os los vendo a 35 euros y cuando el hombre vuelva de la ciudad, vosotros podréis revendérselos por 50 euros. ¡Un negocio redondo!

Los habitantes de la aldea sacaron todos sus ahorros y compraron todos los monos. A partir del día siguiente, jamás volvieron a ver al forastero ni a su asistente… Sólo pobreza y monos por todas partes.


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