Jugárselo todo a una carta. Esa parece ser la consigna de muchos parados de larga duración que, en medio de la coyuntura actual, deciden poner en marcha un negocio ante la falta de oportunidades en el trabajo por cuenta ajena. Fruto de la necesidad o por causas de una idea que se cree positiva, lo cierto es que en los últimos años lo único que sigue estable es el número de creación de nuevas empresas, aunque también han subido el cierre durante el primer año de actividad. ¿Hay alguna receta mágica para el éxito?

Según diversos estudios, el prototipo del emprendedor español es el de un hombre de 38 años con un nivel de renta medio-bajo, que inicia un negocio en el sector del consumo. El informe “Emprender en momentos de crisis: riesgo y factores de éxito”, elaborado por Analistas Financieros Internacional, asegura que en siete de cada diez casos, la posibilidad de esquivar la crisis económica es la excusa para poner en marcha proyectos empresariales, y no el hecho de ser autónomo y trabajar por libre per sé.

Quizá esta sea una de las causas por las que la inversión inicial no sea muy alta, dado que ni los creadores disfrutan de grandes recursos económicos ni tampoco se tiene acceso a las fuentes de financiación privadas habituales, como el capital riesgo o las entidades financieras. Lo cierto es que la mayoría de estos proyectos (más de la mitad) carecen de asalariados, y el 40,2% tienen menos de diez empleados.

En el caso de la población joven, tomando como referencia a aquellas personas menores de 35 años, la elevada tasa de paro que soportan también ha empujado a decantarse por la aventura empresarial ante la dificultad en el acceso a oportunidades. Actualmente, el desempleo juvenil supera ampliamente el 50%, lo que explica en buena medida que dos de cada cinco nuevas empresas que se ponen en marcha en España pertenezcan a este segmento de la población.

El dilema de la financiación

Como suele suceder en toda nueva empresa, el gran problema es el acceso a la financiación. De hecho, en nuestro país la práctica totalidad de negocios empiezan con un capital inferior a los 500.000 euros, que proceden directamente de los ahorros del emprendedor o del propio patrimonio familiar. Algo que no ha ayudado a mejorar los datos de supervivencia de las empresas más allá de su primer año de vida: sólo un 79% logran llegar al segundo ejercicio, cinco puntos porcentuales menos que los datos recabados en 2011.

Prueba de la falta de viabilidad de muchas de estas ideas es el desplome del valor de las adquisiciones de empresas españolas, que ha sufrido una caída continuada del 86% desde 2007. Entre enero y septiembre, se realizaron compras de sociedades españolas por valor de 17.390 millones de euros, muy lejos de los 126.700 millones que hubo cinco años antes. Peor aún son estas cifras si se toma como referencia el extranjero. El valor de las compras de empresas españolas por inversores foráneos fue sólo de 3.800 millones, frente a los más de 94.500 millones de 2007.

El problema con muchas pymes es que su necesidad de recursos de terceros o la mora en el ingresos de pagos por sus clientes acaba por ahogar sus cuentas, por mucho que el negocio pueda ser rentable. El ahogo en el acceso a la liquidez puede ser una rémora demasiado elevada para los proyectos más modestos, mientras que los grandes pueden servirse de otras herramientas como la internacionalización o la desinversión de activos.

Consejos para el éxito

El Colegio de Economistas de Cataluña ha elaborado recientemente un decálogo para mejorar la liquidez en las pymes que, sin ser origina, sí que puede servir de receta de cabecera para evitar crisis insostenibles en los balances:

  1. Estructurar la deuda en función de las necesidades de financiación
  2. Capitalizar más las empresas
  3. Tratar de mejorar la solvencia, con más capital
  4. Trabajar con varias entidades
  5. Financiación alternativa
  6. Riesgo de clientes
  7. Negociar con proveedores
  8. Garantías reales
  9. Información periódica
  10. Necesidad de profesionalizar

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